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El diciembre siempre ha sido un mes lleno de emociones y tareas, de felicidad y del estrés, es el mes de Navidad y de la primera nieve, un mes acogedor y agotado. Bueno, eso era... Ese año es también el mes más obscuro y tranquillo de todos porque no se puede hacer muchas cosas afuera de nosotras casas que hacíamos en inviernos pasados: no se puede ir a un restaurante ni hacer deportes de invierno, ni siquiera se puede ir a un mercado de Navidad, beber el vino caldo y pasear entre cosas cariñas que se venden allí.. no se puede hacer fiestas y no se puede ver más de un amigo a la vez... Nunca había una Navidad tal tranquila y aislada como esa, para nuestras generaciones. Nunca era imposible hacer todas esas cosas imprescindibles que nos rellenan de alegría y felicidad en esos meses fríos. Para luchar con esa apatía y la vida muy sedentaria, tenemos que hacer más esfuerzo a organizar tardes acogedores en casa. Es también el tiempo justo para pensar en el futuro, hacer una pausa y preguntar a nosotros mismos donde estamos y donde vamos. El tiempo perfecto para pensar en nuestros sueños e ilusiones, para hacer planes y rellenarnos de energía para los tiempos después.